noviembre 17, 2005


LAS 400

Durante estas semanas el Barrio de las 400 viviendas ha dado que hablar: desalojos, intimaciones, juicios, reuniones pidiendo la renuncia del presidente del consorcio, colecta de firmas, acusaciones cruzadas entre vecinos, desnudan las dificultades de convivencia e institucionales por las que atraviesa el barrio.

No puedo decir nada sobre estos hechos porque no conozco a fondo la problemática; lo que sí podemos decir quienes lo vemos desde afuera es que el barrio tiene sectores muy cuidados y otros que parecen tierra de nadie, que hay escaleras y departamentos muy bien mantenidos por sus propietarios y otros destruidos. Lograr cierta equidad en un complejo habitacional de estas características es prácticamente imposible.

Y aquí está creo la cuestión de fondo. Cuando el Estado nos da la oportunidad de acceder a una vivienda tiene que haber un objetivo claro, además de la propiedad: mejorar la calidad de vida de quien accede a esa vivienda.

Un complejo habitacional de esas características no puede mejorar la calidad de vida de su gente. Además de los materiales de calidad dudosa, está el diseño mismo, un diseño que repele la geografía patagónica, donde lo que sobra es terreno y se los hace vivir acumulados en un pequeño predio mientras desde el segundo piso se puede ver la inmensidad del campo. Un absurdo, producto de algunos funcionarios trasnochados, bah, por qué voy a ser sutil, de algunos funcionarios imbéciles que adaptaron esto de las grandes urbes para meterlo aquí y en varias provincias para ahorrar dinero, sin improtarles nada de la gente que las iba a habitar.
Un verdadero despropósito que se comprueba con los problemas que enfrentan los vecinos de Catriel, y que son los mismos que enfrentan los de Roca, Viedma, etc.

Un complejo habitacional pensado muy lejos del sentido común y del bienestar de los vecinos.

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