febrero 22, 2013

DOLOBRONCA


Tengo una mezcla de sorpresa, desconcierto, dolor y bronca ante la noticia de la inesperada muerte de Juan, el panadero del barrio, el dueño de “Trufas”. Dolor porque el pan, las medialunas o las galletitas secas y tantas exquisiteces que estaban en la mesa de todos los días o en el mate de la tarde tenían un rostro conocido, un hacedor que siempre estaba con su remera blanca manga corta, lo mismo en invierno que en verano, que te recibía con su manera de hablar acelerada: “hola che, ¿qué te damos?” y después de pedir (últimamente había inventado unas medialunas dulces y saladas riquísimas, que creo las pasaba por agua, no sé bien o algo así me explicó, porque siempre estaba innovando) algo y charlar brevemente sobre el tiempo, el fútbol o cualquier tema, me iba y él, mientras seguía con su andar rápido, me despedía en la tarde con un “bueno ingeniero, a seguir trabajando”,   y yo le respondía: “No, gracias. Por hoy es suficiente”. Pequeñas rutinas de las que está hecha la vida. Trabajaba a destajo para sacar adelante a sus hijos pequeños, un laburante que se pasaba la vida en su casa-panadería, ésa que tenía el aroma inconfundible de las cosas hechas artesanalmente.
Pero el dolor también da paso a la bronca; porque como comunidad hacemos poco y nada para que cualquier vecino, amigo, familiar no se nos muera en la ruta. Salimos a las calles y tocamos bocina porque un equipo le ganó a otro o porque uno salió campeón; para esas pelotudeces sí gastamos tiempo y energías, pero para salir a protestar que nos merecemos como región un sistema de salud mejor, con terapia intensiva, con especialidades, con tecnología que permita detectar las enfermedades más comunes, ahí nos quedamos en casa mirando el techo y comentando quién pasa la ruleta rusa de 130 km  que hay que recorrer para llegar a un centro de complejidad. Ni el hospital, el mismo edificio enclenque de hace 40 años con todo tipo de carencias; ni  la clínica petrolera que generó expectativas pero terminó siendo en el fondo una especie de gatopardismo disimulado(es necesario que todo cambie para que nada o muy poco cambie) pueden salvarnos de morir dentro de una ambulancia en ese largo camino a Cipolletti o Neuquén. Sé de muy buena fuente que entró en paro cardiorrespiratorio cuatro cuadras antes de llegar al lugar donde lo trasladaban. No sabemos si hubiese podido salvarse si llegaba al centro de salud con terapia intensiva, es posible que sí o es posible que no; pero lo peor es que siempre quedará la duda, la misma que tienen muchísimas personas que han perdido a sus seres queridos en la misma situación, mientras nosotros acá seguimos rascándonos las pelotas o mirando para otro lado en vez de exigir a quien corresponda las cosas importantes, entre ellas que no nos muramos en una ruta.
Ya está, descansá Juan. Te gastaste esta  puta vida laburando. Descansá. Es hora.

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